Por Mirko Lauer
No es descartable, pero cuesta pensar que el asesinato en Lima de la esposa del presidente de la Corte Superior de Justicia de Amazonas y el asesinato de cinco familiares de un suboficial PNP en Amazonas mismo sean una mera coincidencia. La cosa tiene un feo tufo a crimen organizado y ajuste de cuentas. Todavía es temprano para decir más.
Pero cabe anotar que hay un tipo de violencia que se ha vuelto parte del paisaje, del cual nos llegan las noticias sensacionales, pero sobre cuya lógica interna solo cabe especular. Es obvio que la droga, de ambos lados del mostrador, tiene que ver con la escalada de ejecuciones. Pero la organización nacional del fenómeno es un misterio.
Hay los elementos de un mosaico: en las regiones productoras y de tránsito del narcotráfico el crimen florece, en los barrios más populosos las bandas de paqueteros prosperan y se fortalecen, los asesinatos a mansalva contra autoridades se multiplican, hay una cultura que asimila el crimen sangriento como parte de la peripecia cotidiana.
Pero es un mosaico incompleto. La corrupción de parte de la policía y del sistema judicial es una cantidad desconocida, como lo son el crecimiento y el mapa de la proliferación de armas de fuego. El dinero lavado por el narcotráfico logra circular con enorme discreción. Las redes internacionales del negocio son desconocidas, al menos para el público.
El negocio en términos de producción y alijos parece bastante bien documentado, y lo mismo su impacto como secuencia de crímenes violentos. Pero hay algo esencial que falta en el medio: sus redes organizacionales, su cultura corporativa, su costo para las fuerzas del orden, su tasa de crecimiento en términos de muertos.
Existe la idea de que completar el mosaico, podría conducir a sobredimensionar el problema (volverlo algo más que una seguidilla de atentados) o a concederle una urgencia artificial. No completar el mosaico además alivia las presiones por recursos para una política anticrimen organizado más sofisticada y decidida.
Los dos crímenes vinculados a la región Amazonas son dignos de toda atención, y seguramente la van a tener. Pero el estado de la cuestión delictiva en la zona sería un dato de otra magnitud, y lo mismo vale para todas aquellas regiones donde hoy existe más dinero circulando que presencia del Estado central.
La Libertad y Lambayeque hoy son los epicentros de un problema de seguridad pública de primera magnitud. La acumulación de muertes violentas, bandas organizadas, y ciudadanos atemorizados corre riesgo de volverse un “modelo exportable” a otras ciudades del interior, el lado negro de la descentralización.
LA REPUBLICA
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